VOZ DEL CUERPO: EL CANCER COMO SINTOMA SOCIAL

«La metástasis social: cuando el cáncer no solo habita en el cuerpo«


Un cuerpo que agoniza, una sociedad que se descompone

El cáncer comienza en silencio. Una célula, pequeña y rebelde, olvida su función, rompe el pacto con el organismo y decide multiplicarse sin orden. Al principio, nadie nota su presencia. El cuerpo sigue su rutina: late, respira, se fatiga, se repone. Pero la célula traidora ya ha sembrado su semilla. Se divide, se esconde entre los tejidos, evade las defensas. Es un invasor que no declara la guerra, sino que se hace dueño del territorio sin pedir permiso.

Hay ocasiones en que es evidente; un hueco en el seno se refleja en el espejo al salir de la ducha. Extrañada, le preguntas a la del espejo:

—¿eso no estaba así anoche… o sí?—, el reflejo guarda silencio, y la que refleja se osculta, late su corazón y recuerda que su madre murió Justo cuando se dio cuenta que de su pezón del seno lloraba lágrimas contenidas de miedo, de inconformidad, hasta percatarse que seguía toda una vida sin tocar sus senos por vergüenza, por el introyecto de que comulgar consigo era pecado, o simplemente no pasaba nada.

— no! Anoche no lo tenía!.

La del reflejo se comunica con su mejor amigo, Tito, médico y Sensei durante una etapa de su vida:

— hola mi Padewan, qué milagro!, cómo estás?

— asustada, te acabo de enviar una foto, veela por favor y dime algo—

Silencio, silencio que transita una vida con sus sinsabores, en el espejo observa su cuerpo conectado a dos sondas, y recuerda y revive el accidente, quería huir ese día, quería ir por su vida y la vida le dijo: “te sientas en una silla de ruedas”, y jamás volvió a ser la misma…

De pronto en el teléfono escucha una voz firme y serena:

—ve ahorita a un ultrasonido, y que la Dra, Rosacki diga si te hace una biopsia ahí mismo de una vez, eso no tiene buena pinta—

Con el tiempo, los síntomas aparecen: un dolor vago, una fatiga que no cede, un órgano que falla. El médico habla de «masas», de «biopsias», de «estadios». Y entonces, el diagnóstico: metástasis.

La enfermedad ya no está solo ahí; ha viajado por la sangre, por la linfa, ha colonizado otros rincones. El cuerpo, antes un sistema en equilibrio, se convierte en un campo de batalla donde lo sano y lo enfermo luchan sin tregua.

La metástasis social: cuando el mal ya no tiene fronteras

¿Y si el cáncer no fuera solo una enfermedad del cuerpo, sino un reflejo de algo más profundo? Imagina una sociedad donde la indiferencia es la primera célula maligna. Donde el «eso no es conmigo» se multiplica hasta corroer los lazos más básicos: la familia que se fragmenta, el vecino que ya no saluda, el político que miente sin rubor, el ciudadano que prefiere mirar hacia otro lado.

La trampa se normaliza: el que hace trampa en el examen, el que evade impuestos, el que compra favores. El menor esfuerzo se vuelve ley: trabajos mediocres, relaciones superficiales, compromisos incumplidos.

La insensibilidad avanza como un tumor: ya no nos conmueve el hambre ajena, la violencia se vuelve espectáculo, la injusticia, algo que siempre existió.

Y así, como el cáncer en el cuerpo, la degradación social hace metástasis. Contagia instituciones, envenena la política, pudre la confianza. Países enteros se vuelven cuerpos enfermos, donde lo público se privatiza, donde el bien común es un concepto lejano, donde la ética es un órgano extirpado.

¿Hay cura?

En medicina, a veces la remisión existe. Terapias duras, cirugías radicales, venenos controlados que matan lo malo para salvar lo bueno. Pero en la sociedad, el tratamiento es más difícil. Requeriría una quimioterapia de conciencia, una radiación de empatía. Volver a mirarnos, a escucharnos, a creer que el otro no es un enemigo, sino parte del mismo organismo.

Al final, el cáncer —físico o social— es una pregunta: ¿qué tanto estamos dispuestos a cambiar para seguir viviendo?


Canción sugerida:

🎵 «Latinoamérica» de Calle 13 (letra que habla de resistencia, identidad y lucha social):
https://open.spotify.com/track/1xuYajTJZh8zZrPRmUaagf?si=idu0sh9tQzWCJOMSScCMjwEscúchala aquí

Dos autoras del boom latinoamericano:

Clarice Lispector (aunque brasileña, su obra «La hora de la estrella» aborda la invisibilidad y la muerte lenta de lo humano).

«Y nadie sabía que ella sólo daba vueltas alrededor de sí misma como un perro que intenta morderse la cola y no puede. Hasta que un día, de tan solitaria, se convirtió en un ser incapaz de tocar a otro. Era como si su cuerpo hubiera sido vaciado de alma y sólo le quedara el gesto de existir. Moría de hambre sin saber que tenía hambre. Moría de sed sin haber probado el agua. Así era Macabea: una sombra de mujer, un cáncer de silencio en un mundo que ni siquiera la notaba.»

  1. La metáfora del cáncer social: Lispector describe la alienación como una enfermedad silenciosa que corroe a Macabea (la protagonista), igual que el cáncer corroe un cuerpo o la indiferencia corroe una sociedad.
  2. La invisibilidad: Macabea es «un cáncer de silencio» que el mundo ignora, igual que se ignoran las injusticias cotidianas.
  3. La muerte lenta: La autora retrata no una muerte física, sino una muerte en vida, como la de sociedades que se acostumbran a su propia degradación.

Clarice Lispector ya lo escribió: hay cánceres que no sangran, sino que se esconden en la piel de los invisibles. Macabea era uno; nuestra complicidad colectiva es otro.

Mo

Una voz mexicana, Elena Garro “Los recuerdos del porvenir» que explora la decadencia social como una enfermedad colectiva:

«El pueblo estaba condenado a repetir su historia, como un enfermo que revive su fiebre. La injusticia se paseaba por las calles, vestida de uniforme, y nadie la veía. Los hombres se acostumbraron a la humillación, como se acostumbra el perro a los golpes. Las mujeres envejecieron de tanto callar. Y el tiempo, ese cómplice silencioso, cubrió todo con un manto de polvo y olvido. Aquí no pasaba nada. Aquí siempre había pasado todo.»

  1. La metáfora de la enfermedad social: El pueblo como un «enfermo que revive su fiebre» refleja la metástasis de la opresión y la injusticia, que se repiten sin fin.
  2. La normalización del dolor: La imagen de los hombres «acostumbrados a la humillación» y las mujeres «envejecidas de tanto callar» evoca cómo el cáncer social se vuelve parte de la vida cotidiana.
  3. El silencio cómplice: El tiempo como «cómplice silencioso» refleja la indiferencia que permite que el mal crezca, igual que las células cancerosas se expanden en la impunidad del cuerpo.

Garro es brutal para hablar de la podredumbre social disfrazada de normalidad.

Como en Ixtepec de Garro, nuestro presente es un enfermo que no sabe que está muriendo. La metástasis ya está aquí: en el miedo que normalizamos, en las injusticias que dejamos pasar, en el polvo que cubre nuestra memoria. ¿Cuánto tardaremos en darnos cuenta de que el cáncer no solo mata cuerpos, sino almas enteras?.

Quiz:

  1. ) ¿Cuándo fue la última vez que sentiste el tumor de la indiferencia crecer dentro de ti?
  2. ) ¿ Qué te duele más, la metástasis en el cuerpo o saber que el cáncer social no tiene cura?