Ecocidio del Alma

CUANDO EL CANCER DEL MUNDO ENTRÓ EN NUESTROS HUESOS

Al pensar en el futuro, ¿qué es lo que más te preocupa?


Sobreviviente de cáncer, fracturas y sistemas. Ahora disecciono los tumores del alma: esos que la sociedad llama ‘normalidad’.

Lo que más me aterra del futuro no es la muerte, sino la inmortalidad de lo insignificante. Vivimos en una sociedad que idolatra el ruido pero teme al silencio, que acumula datos pero pierde sabiduría, que conecta redes pero quema puentes. El cáncer real no está en nuestros órganos, sino en un mundo que venera el éxito pero asesina el alma día tras día con pequeñas dosis de indiferencia.

Lo que más me preocupa del futuro es que seguiremos muriendo de células malignas que nadie quiere nombrar: la indiferencia como tumor, la hiperestimulación como metástasis y la pérdida de lo sagrado en lo cotidiano. El cáncer no solo está en los cuerpos; ha infectado el tejido social. Nos matan los excesos, pero también los vacíos: relaciones sin raíces, palabras sin verdad, una sociedad que glorifica el “like” pero olvida el “amor”.

Mi mayor temor es que el futuro ya llegó… y lo dejamos entrar sin filtrar. El verdadero cáncer no es solo el que crece en los órganos, sino el que normaliza la desconexión, la prisa tóxica y la falsa abundancia. Temo que, mientras nos distraemos con pantallas y discursos vacíos, se nos olvide lo esencial: que el dolor ajeno nos sea indiferente, que el tiempo no es un recurso sino un latido, y que sin humanidad compartida, ninguna cura será posible. Sobreviví a la muerte clínica, pero hoy lucho contra algo más letal: la muerte simbólica de lo que nos hace humano.

Lo que más me estremece del futuro no es la muerte, sino la vida malgastada. Vivimos en la era del ‘ecocidio espiritual’: un crimen perfecto donde asesinamos lo sagrado con armas de distracción masiva. El cáncer ya no es solo una enfermedad; es el síntoma final de un sistema que envenena ríos y almas, que extraña más el WiFi que a sus muertos, y llama ‘progreso’ a este frenesí vacío.

Yo morí clínicamente… pero desperté en un mundo que agoniza por exceso de todo y sentido de nada. ¿Qué duele más: la metástasis en el cuerpo o la que carcome el respeto, la paciencia y la tierra que pisamos? La cura no está en la quimio, sino en dejar de ser tumores devoradores del propio hogar. Yo morí y volví… solo para encontrar a una humanidad que agoniza sin siquiera darse cuenta. ¿Despertaremos cuando ya no quede nada sagrado que devorar?.

Este espacio es un experimento de psiconectología: terapia para un mundo que confunde ‘compartir’ con ‘vomitar’, y ‘seguidores’ con ‘comunidad’.

Usemos las redes como antídotos, no como venenos. Como puentes, no como muros. Y si al final de este experimento descubrimos que la cura estaba en apagar el ruido para escuchar el latido… ¿seremos capaces de soltar el teléfono y agarrarnos de las manos?.

Mo